“El mundo musulmán debe despertarse de su letargo”

La problemática imagen del estado reciente del mundo musulmán es un reflejo de su caos, desorden y pobreza internos

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“El mundo musulmán debe despertarse de su letargo”

 

Artículo del vocero presidencial de Turquía, Ibrahim Kalın. (Daily Sabah)

 

Los pueblos musulmanes hacen frente a una serie de problemas internos y externos. Por muy duros y agotadores que parezcan, no son sin solución. Se necesita un serio cálculo para ellos. Los países musulmanes no viven aislados. Son parte del orden global corriente que es indudablemente injusto, disfuncional y discriminatorio. El legado del colonialismo está todavía vivo y continúa manteniendo a naciones musulmanes bajo presión. La carrera global por el poder, la supremacía y las guerras por ello tienen un gran impacto en su presente y su futuro. Hay mucha culpa por las intervenciones externas que buscan mantener un orden de hegemonía y explotación.

Pero, los pueblos musulmanes padecen también de heridas autoinflingidas. Divisiones internas, falta de visión y liderazgo, mala gobernanza, el uso erróneo de recursos naturales, nacionalismo étnico y el sectarismo debilitan su verdadero potencial y hacen que sean vulnerables por la manipulación. La carencia de la fuerza política y económica está equiparada únicamente con el empobrecimiento intelectual. La falta de tener un entendimiento propio de tradición y la modernidad en lados opuestos causan todo tipo de problemas de identidad y autopercepción. El terrorismo interno y extremismo violento nutridos y manipulados por una serie de factores y depositarios no sólo ponen a musulmanes en vergüenza, sino que también destruyen vidas y esperanzas de un futuro mejor.

Los países musulmanes poseen una gran porción de los recursos naturales del globo incluyendo el petróleo, gas, minas y bosques. Tienen una población más joven con respecto a Europa, Japón y EEUU. Pero, su contribución al producto bruto global es muy pequeño. Los musulmanes constituyen el 21% de la población mundial (1500 millones), pero representan sólo el 5 por ciento del PIB mundial (un poco menos de $ 5 billones). El PIB per cápita promedio roza $ 5,000, que es tres veces menos que el promedio mundial de alrededor de $ 13,000. Sólo unos escasos países musulmanes cuentan con un modelo sostenible de desarrollo y presentan signos de mérito para suavizar la pobreza y para la distribución equitativa de la riqueza. Sólo un puño de universidades en países musulmanes pueden clasificarse para la lista de 500 universidades mejores del mundo. El número de resultados académicos y científicos en estas universidades e institutos de investigación resulta insignificante.

 

"Debemos entender que no podemos esperar para que otros hagan lo que sea bueno por nosotros"

 

En general, eso no es un cuadro bueno. Y es en donde debemos comenzar: tenemos que aceptar que eso no es una escena brillante y dejar de pretender que así sea porque tenemos fe en Allah para ser exitosos para siempre. La fe implica la inteligencia y requiere un trabajo duro y compromiso. Debemos entender que no podemos esperar para que otros hagan lo que sea bueno por nosotros. Debemos solicitar la agencia de nuestras propias acciones y trabajar más que nunca para configurar nuestro propio futuro. Sin un sentido de propiedad y dirección, no podemos pretender ser una fuerza para el bien para nosotros mismos y para los demás.

Hemos de ir más allá de las diferentes versiones del nacionalismo malvado y adoptar un punto de vista más amplio sobre el mundo. Ninguno de nuestros problemas locales y nacionales tendrá solución sin prestar atención a los problemas de nuestros vecinos. No importa que pongamos cuántos cierres en nuestra puerta sin construir un barrio seguro y tranquilo para todos. Como nuestros problemas están entrelazados y requieren partenariado, hemos de trabajar conjuntamente. La desunión es el mundo musulmán conlleva un costo alto para cada problema de calado desde Palestina hacia Somalia, desde la lucha contra el terrorismo y extremismo violento hacia la reducción de la pobreza.

La unidad no significa uniformidad y la pluralidad no quiere decir caos y desorden. El truco es ver la unidad detrás de la multiplicidad de formas. Este principio, que Ibn al-Arabi denomina ‘unidad dentro de la diversidad’ se aplica a todas las áreas de la existencia. Es un intento de ver el mundo con todas sus dimensiones sin perder la perspectiva global de unidad e integridad. Lo irónico y triste acerca de la falta de unidad en el mundo musulmán es que la religión islámica se basa en el principio fundamental de la unidad divina (tavhid), pero las naciones musulmanas no pueden alcanzar la unidad ni en sus almas ni en sus acciones colectivas. Como dice, mulá Sada, los que no pueden entender la unidad dentro de su alma, no podrán captar el significado de la unidad de Allah. El resultado es el caos, el desorden y un decepcionante derroche de los recursos espiritual, intelectual y natural.

El mundo musulmán debe despertar de su letargo y tomar posesión de su presente y futuro. Acusar a los otros por nuestros propios problemas no resolverá nuestros problemas. Sólo nos empujará a una pereza intelectual y un falso sentimiento de confort. Indudablemente, hemos de poner guardia contra las intervenciones explotadoras e imperialistas. Pero, al mismo tiempo debemos poner nuestro hogar en un orden.

No podremos hacer una lucha adecuada en el mundo de las afueras sin alcanzar nuestra paz, fuerza e integridad internas. Lo que está allí es una manifestación de lo que está dentro de nosotros. La problemática imagen del estado reciente del mundo musulmán es un reflejo de su caos, desorden y pobreza internos. Es donde debe iniciar esta lucha.

 



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