El río Amazonas podría estar en peligro por derrame de crudo en afluente ecuatoriano

Enormes derrumbes están cambiando la estructura geológica de su cauce pero la actividad humana puede ser el detonante de esta situación

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El río Amazonas podría estar en peligro por derrame de crudo en afluente ecuatoriano

Por: Maria Paula Triviño (Agencia Anadolu)

AA - El pasado 7 de abril, derrumbes en las laderas del río Coca, en el este de la Amazonía ecuatoriana, colapsaron las tuberías del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) y el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), causando el derrame de 4 mil barriles de petróleo sobre las aguas de ese afluente.

“En la mañana del 8 de abril, nos acercamos a las orillas del río y era algo desastroso”, recuerda con tristeza Holger Gallo, líder de la comunidad Panduyacu, en el cantón Gonzalo Pizarro, provincia de Sucumbíos.

En lo que respecta al SOTE, tiene una capacidad para transportar 360 mil barriles de crudo por día desde la región amazónica hasta la provincia de Esmeraldas, en el oeste del país.

“Había petróleo por todo lado, había peces, ranas y serpientes muertas. Muchos compañeros viven en las orillas del río y sus chakras (cultivos) han sido afectados. Se ha visto alterada nuestra forma de vida porque el río es nuestra fuente de alimento. Esto se ve empeorado por la pandemia del coronavirus ya que no podemos salir hacia los centros urbanos y debemos abastecernos de comida de forma artesanal”, dice Gallo.

En Panduyacu viven 183 familias que ahora se suman a las miles afectadas en 70 comunidades a lo largo del río Coca. Además, este es solo uno de los afluentes del río Napo, que se adentra en Perú, cerca de la ciudad de Iquitos, y desemboca en el río Amazonas.

Por eso, el temor a que la mancha de petróleo llegue al río más largo del mundo es latente. Las autoridades ecuatorianas, como el Ministerio de Ambiente y Agua y las Fuerzas Armadas, han llevado agua potable a algunas comunidades afectadas, mientras que Petroecuador, responsable de los oleoductos averiados, ha instalado barreras de contención para evitar la propagación del derrame.

En una rueda de prensa virtual el pasado 10 de abril, René Ortiz, ministro de Energía y Recursos Naturales No Renovables de Ecuador, dijo que “la rotura del SOTE se produjo por las características geográficas de la zona, el crecimiento del cauce del río Coca, las situaciones climatológicas y diversos factores de la naturaleza”. Asimismo, aseguró que las bocatomas de agua de los municipios cercanos fueron protegidas.

“El Estado está en la obligación de protegernos. En lo que yo recuerdo, en mi vida, ha habido como tres derrames; esto no es nuevo, pero nunca algo de esta magnitud”, afirma Gallo.

Una tragedia anunciada

Al derrame de petróleo se suma lo ocurrido el pasado 2 de febrero cuando la tierra literalmente se tragó la cascada San Rafael, la más alta del país, que con sus 150 metros de altura, desapareció.

“Turísticamente era muy importante para nosotros y fue algo impresionante porque nunca se había visto ese fenómeno natural”, dice Gallo.

Como lo registró el Ministerio de Ambiente, un enorme socavón de 70 metros de profundidad apareció en el lecho del río justo antes de la cascada, lo que dividió en tres el cauce de la caída original.

Sin embargo, estos derrumbes que son extremadamente raros y que en términos geológicos son denominados erosión regresiva (erosión que desencadena un río aguas arriba), pueden ser también consecuencia de la actividad humana.

En el trayecto del río Coca se encuentra la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, que desde 2016 es la más grande de Ecuador y genera 1.500 megavatios, 35 % de la electricidad que consume la nación.

Ese proyecto energético costó más de USD 2.200 millones y la mayor parte del financiamiento se obtuvo a través de un crédito concedido por China. Incluso, el mandatario chino, Xi Jinping, viajó a Quito para la inauguración de la mega infraestructura.

Según expertos ambientalistas consultados por diversos medios ecuatorianos, el río Coca puede estar sufriendo de un fenómeno conocido como ‘aguas hambrientas’.

“Todos los ríos llevan sedimentos erosionados de los suelos y rocas sobre los que pasan. Todas las represas y embalses atrapan parte de este sedimento, especialmente los materiales pesados, y así privan al río aguas abajo de su carga normal”, afirma Patrick McCully, director del programa de Clima y Energía de la organización Rainforest Action Network, en su libro ‘Silenced Rivers: The Ecology and Politics of Large Dams’.

“Los grandes embalses y represas típicamente atraparán más del 90% y a veces casi el 100% del sedimento entrante. Se dice que el agua clara debajo de una presa está ‘hambrienta’: buscará recuperar su carga de sedimentos erosionando el lecho y las orillas del río”, explica el autor.

A todo esto se suma un informe de la Contraloría ecuatoriana de febrero de 2019 que asegura que existe un riesgo potencial de fallo en la casa de máquinas de la hidroeléctrica y que los problemas con los materiales usados en la construcción pueden generar un colapso parcial o total de la represa.

“Desde luego la construcción de la represa cambió las dinámicas en la comunidad. En el verano contienen el agua y el río se puede atravesar caminando. Después, abren las compuertas y en el momento menos pensado tenemos un caudal impresionante, generando riesgos para nosotros”, afirma Gallo.

La Agencia Anadolu intentó contactar a Codo Sinclair y Petroecuador pero no hubo respuesta.

Mientras tanto, la situación obligó al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental peruano (OEFA) a evaluar una posible emergencia ambiental por velocidad con la que la mancha de crudo puede penetrar otras arterias del Amazonas (AA)



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