¿Es posible un orden mundial armonioso?

El estado actual de caos y desorden a nivel global tiene muchas causas políticas y económicas

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¿Es posible un orden mundial armonioso?

El presidente Recep Tayyip Erdogan viajó a cinco países en las últimas cinco semanas, visitando India, Rusia, China y los Estados Unidos y asistiendo a la Cumbre de la OTAN en Bélgica. Las discusiones se centraron tanto en las cuestiones bilaterales y regionales como en la búsqueda de formas de lograr un cierto orden, paz y estabilidad en el actual sistema internacional equipado con el caos y el desorden. Desde Ankara, Nueva Delhi y Moscú hasta Pekín, Washington, las capitales europeas y el resto del mundo, existe una grave preocupación por la dirección de nuestro mundo más allá de la guerra siria, el terrorismo internacional, el surgimiento de movimientos populistas y racistas y el calentamiento global.

El estado actual de caos y desorden a nivel global tiene muchas causas políticas y económicas. El desequilibrio de poder, que enfrenta a los estados nacionales entre sí, crea fácilmente tensiones con consecuencias a largo alcance. La guerra civil siria es un buen ejemplo. En su sexto año, el conflicto ha cobrado cientos de miles de vidas y se ha convertido en la guerra más catastrófica del siglo XXI. La guerra no termina porque los poderes rivales necesitan una guerra de representación para promover sus intereses y agendas en el Mediterráneo Oriental.

Mientras tanto, los problemas de pobreza, corrupción y desigualdad en África siguen sin resolverse, no porque sean intratables, sino porque África se utiliza como un continente de botín y mano de obra barata para mantener ricas y seguras a las naciones ricas del mundo. Una de las peores crisis de refugiados de la historia reciente no puede abordarse de una manera que corresponda a la dignidad humana porque los poderosos no quieren verla como un problema a menos que llegue a sus puertas. La brecha entre los ricos y los pobres sigue creciendo no por falta de soluciones factibles, sino porque no hay deseo de asentarse en una solución que requiera un cambio fundamental en nuestra forma de vida y actitud hacia los habitantes variados del mundo diferente de nosotros.

Más rico que nunca y más conectado y sofisticado que cualquier otro período de la historia humana, nuestro mundo no sufre de la falta de estudios científicos o alternativas razonables sino de un problema más profundo: pérdida de sentido, propósito y dirección a escala global. El desorden y el caos que vemos en el actual sistema global son en realidad un reflejo de la desarmonía y la discordia que se encuentra en un nivel más profundo de lo que somos y lo que queremos ser.

Según la sabiduría antigua, no podemos establecer la paz y la armonía en el mundo exterior hasta que y menos que nos damos cuenta de ellos dentro de nosotros mismos en primer lugar. La armonía en el alma y en el mundo nos da un orden cósmico en el que el equilibrio, el orden, la proporcionalidad, la plenitud y la integridad conforman nuestro hábitat humano y así establece la paz y la complementariedad entre el cielo y la Tierra, entre nosotros los humanos y el universo.

Platón se daba cuenta de este punto al construir su estructura filosófica y política sobre la armonía, un concepto central. La tarea del filósofo es mostrar la armonía esencial y el acuerdo que existe entre el alma y el mundo. La sabiduría es el arte de descubrir y mantener este equilibrio en todos los niveles de existencia y conciencia. Platón asigna un papel central a la música en su estado ideal, ya que nos ayuda a aprender e interiorizar la armonía, la estructura, el orden y el ritmo, los componentes clave de cualquier buena música. La dificultad fundamental es obedecer los principios de armonía y belleza sin renunciar a nuestra autorización y libertad.

La armonía, sin embargo, no es simplemente un término de la estética. Está fundamentada ontológicamente en la verdad y en la justicia. Ningún sistema basado en la falsedad y el mal puede sostener el orden y el equilibrio. Del mismo modo, la justicia es clave para mantener la paz y la armonía en la sociedad, ya que significa esencialmente "poner todo en su lugar apropiado y dar a cada cosa su debido". Una sociedad es armoniosa cuando cada uno juega su parte en ella de una manera que corresponde a la verdad y la justicia por un lado, y preserva nuestra libertad por el otro. El cuerpo humano se convierte en un sistema armónico y ordenado cuando cada una de sus partes funciona de una manera apropiada.

En la tradición islámica, la paz (as-salam) y la armonía (al-mizan) forman la columna vertebral del mundo de la creación. Sirven como la base del orden cósmico que mantiene unido al universo. Pero también sirven como directrices para nuestra vida interior. Por el contrario, la desarmonía rompe la unidad y plenitud del ser, llevando a conflictos internos y fricción. A nivel sociopolítico, causa fricción, guerra e injusticia. En el nivel individual, conduce a la incomodidad, el dolor y el sufrimiento.

La belleza está directamente relacionada con la paz y la armonía. Según el Corán, Dios creó el universo en un cierto "orden" y con un cierto "lote" (Sura Al Qadr). Esto constituye la base de la belleza armoniosa que vemos en el universo. El Corán nos desafía: ¡Que mirad  el universo! ¿Podéis ver una discordancia, inconsistencia y/o desarmonía en él? (Sura Al Mulk 67/1-4). Los seres humanos son parte de este orden cósmico y se espera a ellos que reflejen esta armonía y belleza a su vida interior. La violación de los principios cósmicos de paz, orden y armonía trae la decadencia y la corrupción al alma humana y destruye el hábitat humano.

El caos, el desorden y la destrucción que vemos en el día de hoy en el actual sistema mundial causan mucho más dolor y sufrimiento que cualquier justificación. Sus causas sociopolíticas y económicas deben abordarse con voluntad política y sabiduría. Pero también tenemos que ver las causas más profundas de esta situación que destruye nuestra esperanza que tenemos para el futuro de nuestro planeta y la integridad de nuestra humanidad. La simple verdad es que no seremos capaces de establecer el orden político y la igualdad económica a menos que establezcamos, en el primer lugar, los principios de armonía, paz y belleza dentro de nuestras propias almas.



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